En este viaje no te da tiempo a asimilar cosas como haber estado conviviendo con el Dakar y enseguida te ves metido en otro país nuevo y además muy sorprendente.
Una vez mas, me habían contado cosas terribles sobre la policía boliviana y sobre el recelo que nos tienen algunos a los “colonialistas” españoles pero aun así yo seguía teniendo muchas ganas de visitar este país y conocer de primera mano todas esas cosas.
He de decir que no se han cumplido para nada esos augurios y que aunque hay muchos Bolivianos muy reservados con los foráneos, es mas por timidez o incluso por estar inmersos en una sociedad de clases muy marcadas y al verme tan fuera de lugar, del suyo, se mantenían un tanto distantes. Eso si, las veces que he sabido romper esas barreras iniciales el trato ha sido fantástico como en todo el resto de mi viaje.
En mi última crónica os contaba mi llegada a Tupiza y el buen sabor de boca que me dejó su centro urbano y en general su ambiente por las calles.
Por la mañana y mientras desayunaba vi que habían llegado dos motos nuevas al aparcamiento del hotel y enseguida pude reconocerlas puesto que las había adelantado el día anterior en el camino desde la frontera con Argentina.
Me acerqué a saludar a uno de ellos, argentino y con una BMW F-800 que me recibió de forma muy cercana. Me contó que estaba de viaje con su hermano en dirección a Uyuni y me invitó a acompañarlos.
Al rato apareció su hermano y mira tu por donde ya nos conocíamos. Habíamos coincidido en la cena con los moteros de Santiago y aquella noche me lo presentaron como el único argentino del grupo. El mundo motero es un pañuelo.
Salimos en dirección a Potosí ya que a ellos les habían dicho que la pista que va directa de Tupiza a Uyuni estaba en muy mal estado por las lluvias. Una pena porque tenía muchas ganas de hacerla pero dados los consejos de la gente, preferí no meterme en ese lío de 200km yo solo y me uní a los argentinos para dar el rodeo de 500km.
La carretera me sorprendió mucho porque cuando uno piensa que está en el altiplano se espera precisamente que sea plano. ¡De eso nada! Fue un día de continuas subidas y bajadas por muchos puertos de montaña enlazando curva tras curva y con un paisaje que pese a estar en muchos momentos a mas de 4.000m de altura no era tan inhóspito ni seco como en los pasos de los Andes, llegando a ser incluso boscoso en algunos tramos.
Llegando a Potosí, cuando estábamos a mas de 4.300m se puso a granizar un poco pero solo para hacernos parar y ponernos los chubasqueros porque en cuanto volvimos a arrancar ya había parado. Se volvió a cumplir la famosa Ley de Murphy de los moteros y los chubasqueros. Si te paras a ponértelo deja de llover pero si no paras porque crees que son 4 gotas te pillas la calada de tu vida.
Llegamos a Potosí que es una ciudad en cuesta, rodeada de balsas enormes con deshechos de material de la minería y con un entorno completamente irrespirable por esa contaminación, por el humo de los viejos coches quemando gasoil malo y por estar a mas de 4.000m de altura.
Nos sorprendió el tráfico de locos de la ciudad y es que son todo callejuelas estrechas en cuesta y los bolivianos no respetan nada ni a nadie y están todo el rato pitando y metiendo el morro como si les fuera la vida en ello.
Aparcamos en el centro y dejamos las motos vigiladas por una “gorrilla” de unos 70 años que nos garantizó que no pasaba nada. Preguntamos por un restaurante cercano y que a poder ser llegar al mismo no implicara tener que subir cuestas porque los tres estábamos notando en mayor o menos medida la altura.
Después de comer la ciudad terminó de matarnos cuando nos pusimos a buscar una gasolinera entre el pesado tráfico. La gente a la que preguntábamos nos daba indicaciones contradictorias y dimos unas cuantas vueltas para encontrarla.
Una vez repostados y algo tarde, salimos en dirección a Uyuni y la carretera siguió siendo una maravilla.
En Bolivia cualquier carretera tiene peajes pero ahora se que las motos no pagan. Ese día, pasamos por uno en el que yo creo que nos engañaron porque nos hicieron pagar así que desde entonces ya ni paro a preguntar, simplemente me cuelo saludando al de la garita.
Paramos un par de veces a hacer fotos o a reagruparnos y al final nos pilló la noche en los últimos 20km. del recorrido.
Como ellos habían reservado hotel yo me fui al mismo por no romper la unidad del grupo aunque era de los mas caros de Uyuni. De todas formas mereció la pena porque estaba muy bien para lo que me he encontrado por aquí. Yo tenía pensado quedarme solo una noche porque en cinco días tenía que estar en Cuzco para encontrarme con mi hermano pero cuando fuimos a cenar me convencieron para quedarme una noche mas.
Por la mañana yo me desperté nervioso porque ya habían pasado varias horas en el pueblo y aun no había visto el Salar que tantas veces situé en los mapas en los últimos años y del que había visto cientos de vídeos y fotos por internet.
Cuando fui a reservar otra noche en el hotel me dijeron que estaba completo así que dejé mis cosas en la habitación de los argentinos y ya me ocuparía de encontrar alojamiento por la tarde.
Ante todos los consejos de la gente a la que preguntamos, mis compañeros decidieron hacer la visita al Salar contratando un paseo en 4×4 pero yo no me resignaba a llegar allí y no hacerlo con la Capitana así que me fui yo solo.
La entrada al Salar está a unos 25km. de Uyuni y es que en este caso si que acepté los consejos de quienes me decían que no se me ocurriera entrar “atajando” porque en esa zona está el suelo blando y te quedas atascado en mitad de la nada.
Hay unos vídeos del BúfaloKTM, que es un gaditano medio colgao pero muy gracioso que ha recorrido Alaska-Ushuaia de ida y vuelta en una vieja Kawa, en los que se le ve pasándolo realmente mal al quedarse atascado en el barro en mitad de la nada y obligándole a pasar la noche allí en medio. Por eso, con el consejo bien aprendido y no voy a negar que con cierto temor por meterme yo solo en el Salar inundado por ser temporada de lluvias, me fui a la zona de entrada por donde van las excursiones.
Llegué a la zona donde empezaba el agua y me paré unos segundos esperando que pasara alguien para ver cómo estaba el suelo y qué profundidad tenía el agua pero como no venía nadie y estaba ansioso por entrar me lancé a la aventura.
En esa zona el agua llega al eje de las ruedas y vas despacio por si hay algún sitio que pueda tener mas profundidad y meterte en un lio.
Enseguida compruebo que el suelo es duro y no hay problema de quedarme enganchado en el barro y poco a poco la profundidad del agua va decreciendo y el suelo deja de ser de tierra y pasa a ser blanco por la sal.
Sumido en una completa euforia voy llegando a zonas donde solo hay unos 5cm. de agua y empiezo a acelerar sin rumbo, haciendo eses, pegando gritos, mirando para los lados intentando alejarme de las zonas donde están los 4×4 de los otros turistas parados haciéndose fotos.
La sensación es enormemente extraña porque todos estamos acostumbrados a circular siguiendo un camino aun cuando hacemos offroad pero allí la cosa cambia y puedes ir en la dirección que quieras a la velocidad que te de la gana. De hecho si no fuera por todo el agua que te va salpicando en las botas no tendrías ninguna sensación de velocidad.
En mitad de la nada experimenté la sensación de ir con los ojos cerrados, al principio solo unos segundos porque tu cabeza no lo asimila pero luego te dejas llevar y te pasas un buen rato sin mirar, simplemente sintiendo que vas rodando por el cielo.
Cuando vuelvo a abrir los ojos me veo un pequeño arcoíris horizontal que no había visto jamás. Como en días anteriores ya os he contado que me puse a pedirle cosas a Dios, paré inmediatamente por si me estaba intentando decir algo. No me dijo nada pero ya que estaba me puse a hacer unas fotos para tener fondos de escritorio personalizados en mi ordenador para toda la vida.
Por supuesto que allí en mitad de la nada y completamente absorto por el medio en el que me encontraba me puse a pegar unos gritos como loco y yo solo me partía de risa por la incredulidad que me suponía vivir ese momento.
A lo lejos se veía el punto donde se concentran todos los que entran al Salar que es como un islote con banderas que pone la gente. Puse dirección a ese punto y por el camino vi a lo lejos tres motos que se acercaban despacio.
Allí, y con la locura que ha supuesto en este país la llegada del Dakar, han construido una estatua de sal con la figura del tuareg que da imagen a la carrera y que por cierto tan poco les gusta a los franceses que se utilice para cualquier cosa habiendo llegado a poner numerosas denuncias por ser marca registrada.
En esa zona la sal está manchada de barro y pierde su esencia pero cuando llegaron los tres brasileños de las motos les pedí que me hicieran una foto. Estaban un poco flipados por mi velocidad ya que ellos había entrado despacito para no salpicarse.
Me miré y tenía la moto cubierta de sal y las botas y el pantalón totalmente blancos pero eso no me importaba lo mas mínimo. La Capitana y yo habíamos llegado a un punto soñado y esos miramientos eran lo último en lo que podíamos pensar.
El Salar mide unos 120km. de largo y 80km. de ancho por lo que es mas o menos de grande como Cantabria. En el centro hay una isla muy famosa pero como los brasileños no querían aventurarse, no quise irme solo ya que en esta época no van ni los 4×4 por la cantidad de agua acumulada.
Me di unas cuantas vueltas mas sin rumbo, fijándome en el reflejo de las nubes en el agua y volví a parar un rato para asimilarlo. No tenía a nadie a 10km a la redonda y estaba completamente rodeado de blanco.
En ese punto saque mi bufanda del Racing de Santander para hacerme una foto conmemorativa ya que esa mañana me había levantado con la noticia de la victoria en Copa frente al Almería y eso para nuestro maltrecho equipo es algo importante.
Fijé rumbo a las montañas que quedaban cerca del pueblo por el que había entrado y tracé una recta interminable para volver a salir de ese mundo tan irreal en el que había estado inmerso. Paré en el borde para mirar por última vez atrás y despedirme sabiendo que tal vez nunca pueda volver a verlo.
Por el camino a Uyuni es cuando me empezaron a entrar los remordimientos por haber metido la moto en la sal tan dañina para todos los elementos mecánicos. Le pedí perdón a la Capitana pero me contestó como todos estáis suponiendo. Esta moto tiene alma de aventurera y nunca piensa en el mañana. Por eso es tan generosa en regalarme sensaciones y yo se lo compensé haciendo el tramo de pista en modo rally para ir a buscar cuanto antes un lavadero.
Encontré uno nada mas entrar en el pueblo y le pregunté al chaval que cuánto me cobraba. Me dijo que 30 Bolivianos pero yo le ofrecí 50 por hacerlo a mi manera. Primero con agua sin presión para escurrir toda la sal, luego quitando las maletas y ya por último agua a presión, jabón, aclarado y engrase.
Me quedé mucho mas tranquilo al verla otra vez reluciente y contenta pero ahí empezaba nuestra odisea del día, encontrar alojamiento.
Recorrimos unos 30 hostales, albergues y hoteles y todos estaban completos o no tenían sitio para dejar la moto o se escapaban de precio. En esa ruta por el pueblo pasamos de un calor insoportable a una tromba de agua por lo que las cosas no se nos ponían fáciles.
Por un momento pensé en largarme pero a esas horas no llegaría mas lejos de Potosí que como ya os he contado es una ciudad inmunda en la que no apetecía estar. Además había quedado con mis colegas argentinos para cenar y me parecía de muy mal gusto despedirme con una nota.
En un último intento encontré un hostal cutre en el que me decían que no podía meter la moto porque se les había roto la puerta. Fui a ver de qué se trataba y les dije que si me dejaban intentar arreglarla. Saqué mis herramientas y conseguí desmontar el pestillo que se había roto y que no dejaba abrir la doble puerta que daba acceso al patio así que allí me quedé esa noche.
Volví al hotel de mis amigos para ir a cenar y contarnos nuestras batallitas aunque en este caso las mías eran mucho mas interesantes. Tanto, que incluso puede que al día siguiente antes de emprender su ruta a Chile se pasaran un rato por el Salar con las motos.
Después de cenar y tomar una copita nos despedimos porque yo al día siguiente tenía que seguir rumbo al Norte y a ellos les esperaban casi 300km por una pista para llegar a Chile.
Por la mañana tenía pensado hacer 700km. para llegar a La Paz y así recuperar un poco el tiempo perdido. El día no acompañó mucho por la lluvia y el frio así que decidí quedarme en Oruro habiendo recorrido solo 500km.
Me alojé en un hotel cutre, de los de 10€ y con unos altares extraños en sus pasillos que daban cierto miedo por la noche. Me fui a cenar a una churrasquería justo en frente que estaba frecuentada por parroquianos locales muy de suburbio. Al entrar todos me miraron un poco pensando en que dónde me había perdido. En Bolivia además de por el tono de piel enseguida destaco por la altura y he notado que hay mucha gente que se me queda mirando. Tiene que ser por eso porque con lo mal que funciona internet en este país, no creo que me reconozcan como McMartin la incipiente estrella de Youtube. Jajaja.
Allí cené el menú completo que consiste en sopa de primero, una cosa que llaman arroz con queso que es una especie de puré en el que no identificas ni el arroz ni el queso, una ensalada y pollo a la brasa. Eso si, dejé constancia de mi condición de pijo foráneo pidiendo agua mineral para beber. Con este lujo que me permití, el menú completo me costó euro y medio.
Por la mañana puse dirección a La Paz y por primera vez en todo mi viaje reservé el hotel antes de llegar. Lo hice porque la ciudad tiene una fama terrible en cuanto al tráfico además de ser gigantesca y no quería estar dando vueltas sin rumbo para encontrar un hotel.
Me había despertado con la noticia de mi hermano de que se retrasaría una semana en llegar a Cuzco por lo que cruzar el país a toda velocidad y perderme joyas como la ciudad de Sucre no había valido de nada. De todas formas era demasiado tarde para volver atrás así que me lo tomaría con calma a partir de ese momento.
En uno de los peajes en los que no pude colarme porque había cola se me acercó un niño de unos 4 años, mandado por su madre, par venderme chocolatinas. El niño estaba mal vestido y por supuesto que daba mucha pena. De todas formas a mi una vez en Marruecos me dijeron que no les diera nada a los niños porque si no aprendían que era mucho mas lucrativo estar al pie de las carreteras esperando la propina del occidental que busca lavar su conciencia en lugar de estar en el colegio preparándose para tener un futuro algo mejor. Aquella teoría se me quedó marcada y desde entonces no doy nada a los niños aunque algunas veces, como esta, me da mucha pena.
Miré a su madre y la pena se transformó en rabia por estar utilizando así a su hijo y salí del peaje cabreado con ella. Al rato seguía pensando en la escena vivida y mi reflexión mas pausada me llevó a pensar que quién soy yo, afortunado europeo, para juzgar a esa madre y la forma en que gestiona su miseria. Me puse a llorar dentro del casco y reflexioné durante muchos kilómetros sobre la suerte que he tenido de nacer donde he nacido porque aunque ahora mismo estoy técnicamente en ruina, mi ruina siempre será infinitamente mejor que la vida de esta gente humilde de Bolivia.
Llegando a La Paz las previsiones fueron ampliamente superadas ya que tardé cerca de dos horas en llegar al centro desde el primer atasco de la entrada. A pesar de ser una auténtica locura de coches pitando, intentando colarse, tramos de tierra y charcos como piscinas, a pesar de que mi GPS se empeñaba en meterme por avenidas que estaban cortadas por mercados peatonales en los que me quedaba encerrado y sin salida, a pesar de que el mapa que llevo me decía que se podía bajar de El Alto a El Centro directamente por las empinadas laderas por las que nunca encontré el camino y a pesar de que a ratos te morías de calor o se ponía a llover, a pesar de todo disfruté muchísimo de esa locura. Me encantó verme allí metido con total resignación viendo que en mi GPS seguía poniendo que me quedaban 14km. para llegar al hotel.
En un momento, cuando buscaba la famosa bajada de El Alto que nunca existió para llegar al Centro, puede ver una maravillosa perspectiva de la ciudad y allí mismo me paré junto a tres obreros que arreglaban una acera y les invité a un cigarro a cada uno.
Desde el cielo me llegó una voz. No, esta vez tampoco era Dios para decirme que ya se estaba ocupando de lo que le pedí el otro día. Era una voz inequívocamente extremeña que me decía “Tío ¿tu de dónde sales?
Miré al cielo y a unos veinte metros de mi cabeza y subido a una torre de un nuevo teleférico que están construyendo se me presentaron un catalán madridista y el simpático extremeño que me contaron que estaban allí “buscándose la vida” trabajando en esa obra.
Les pregunté a mis nuevos amigos por el mejor camino para llegar al fondo de aquel enorme pozo que es La Paz y me indicaron que tenía que seguir dando la vuelta por toda la ladera para conseguir llegar al centro.
Llegué a mi hotel que pasa a ser posiblemente el mejor de mi viaje. Costaba 30€ por noche y contaba con todas las comodidades. Bueno, todas menos una y es que no tenía sitio para guardar la moto.
Le pregunté al recepcionista por un aparcamiento cercano y una vez descargado todo y tomada una merecida ducha post-atasco me fui a guardar la moto.
El aparcamiento estaba a menos de un kilómetro del hotel pero esa distancia puede ser durísima si como fue mi caso era cuesta arriba y a los 3.800m. de altura a los que me encontraba. Me costó llegar de vuelta al hotel y eso que hice varias paradas por el barrio porque me parecía indigno subirme a un taxi estando a 500m. de mi destino.
A la mañana siguiente y tras un estupendo desayuno emprendí camino cruzando otra vez la ciudad para repostar y hacer la famosa Carretera de la Muerte.
En Bolivia pasa una cosa bien curiosa con las gasolineras y es que a los extranjeros nos cobran el triple que a los bolivianos y además no te sirven en todas las gasolineras porque dicen que no tienen esa autorización.
Bueno esa es la teoría porque a mi me ha pasado de todo. Desde que me cobren el precio normal en la YPFB de Uyuni sin decir nada, a que no me quieran servir, que me quieran cobrar el precio internacional pero sin hacerme factura y sobre todo, en la mayoría de los casos negociar un precio con ellos a condición de no pedirles factura y así se quedan ellos la “propina”.
De hecho lo que te dan no es ni gasolina, es gasohol, una mezcla de gasolina y alcohol que solo tiene 83 octanos pero que a pesar de todo la moto no ha notado para nada incluso llegando a bajar los consumos medios de mi viaje. No lo entiendo. ¿Será que nos engañan a nosotros con nuestra súper refinada gasolina? ¿Y ese mito de que la de 98 octanos hace que se consuma menos? Veremos mas adelante si esto no afecta a los filtros y me tare problemas en el futuro pero de momento, todo perfecto.
Por el camino, saliendo de La Paz, me encuentro con un motero que no pega mucho con lo que suele verse por allí ya que va con moto grande y perfectamente equipado pero con matrícula local.
Llegamos a una zona de control policial y me paro a su lado para saludar. Resulta que se trata de un ingeniero madrileño que lleva un par de años por allí haciendo túneles para las nuevas carreteras y que ha decidido tomarse la mañana del sábado para hacer unas curvitas.
Me dice que en ese control siempre piden el carnet de conducir y le digo que me lo he dejado con las maletas en el hotel pero que ya lo solucionaré. Me ofrece un cigarro mientras hacemos cola y al final paramos a un lado donde han muchos puestecitos donde venden comida y bebida. Me ofrece su carnet de conducir español para pasar el control pero tras su búsqueda se da cuenta de que tampoco lo lleva así que se acerca a uno de los puestecitos, compra cuatro Coca Colas y se las lleva a os guardias que las agradecen enormemente.
Cuando reemprendemos la marcha no nos piden nada y nos saludan muy alegremente.
José Luis me acompaña al comienzo la carretera antigua ya que su plan era ir a un pueblo a comerse una trucha. Allí nos despedimos aunque me invita a salir con el y sus amigos esa noche a la discoteca mas pija de la ciudad. Le digo que no tengo ropa digna y me ofrece dejarme algo que ponerme así que compartimos teléfonos y quedamos en hablar mas tarde.
Empiezo el descenso en solitario por la famosa Carretera de la Muerte que cuenta con la terrible cifra de 4.000 fallecidos en sus menos de 80 años de historia. Se trata de un camino de tierra que en algunos puntos no pasa de los 3 metros de ancho y que representa un camino de bajada de unos 32km. con un desnivel acumulado negativo de cerca de 2.800m.
El trazado es un continuo serpenteo por la ladera de las montañas y en casi todo su recorrido tiene como inseparable compañero un cortado en el lado izquierdo que llega a tener 800m. de caída libre.
En la actualidad han construido una nueva carretera por lo que el viejo “Camino de la Muerte” se ha transformado en una ruta turística y ahora si, cuenta con guardarrailes en muchas de sus curvas mas peligrosas. Este lujo no existía años atrás cuando se tenían que cruzar camiones o autobuses en direcciones opuestas casi siempre con el camino mojado y rezando por que no cediera el talud a su paso.
Por desgracia el talud cedió demasiadas veces y en el peor accidente de la historia de Bolivia murieron a la vez mas de cien personas al despeñarse dos autobuses.
Una curiosidad de esta carretera es que se circula por el lado izquierdo porque se supone que los camiones mas pesados venían desde el valle a la capital y porque así los conductores que bajaban podían ver por la ventanilla la distancia que separaba sus ruedas del abismo.
Esta es un poco la historia negra de esta carretera y que cuando te paras a pensarlo te dan escalofríos porque la gente moría, como en otras partes del mundo, por haber tenido la mala suerte de nacer en el sitio equivocado.
Eso si, que nadie os cuente ahora su paso por la misma como algo casi heroico porque como os he contado se ha convertido en una vía turística donde bajan cada día cientos de bicis y que presenta en la actualidad mucho mejor estado de conservación que cuando era la única forma de llegar al valle.
Vale que tiene sitios con caídas enormes pero a mi personalmente me daría un poco igual matarme desde 20 metros de cualquier otra carretera que desde los 800 de caída libre de esta. Es mas, puestos a escoger prefiero los 800 que por lo menos te da tiempo a fliparlo un poco en el aire antes de morir.
Tiene vistas muy bonitas en algunos puntos y en esta época es curioso ver como puede llover en un punto y hacer sol tan solo dos kilómetros mas adelante. En algunos sitios se ve la nueva carretera que par mi es una de las obras de ingeniería mas impresionantes que he visto y que particularmente me gustó mucho mas que la vieja.
Y es que cuando llegas al final y pasas por caja (25 Bolivianos por turista) te toca volver a subir por la nueva y para mi gusto las vistas son mucho mejores desde los mas de 50 puentes en curva construidos para superar las paredes casi verticales de las laderas.
Eso si, a la vuelta me topé con otro control y enseguida vi a los guardias con ganas de tocarme un poco el bolsillo. Uno de ellos con una risita cabrona me dice que tengo que presentar en una caseta el pasaporte, el “permiso de manejo” y el resguardo de haber pagado el peaje a la ida. (que os recuerdo que las motos no pagan) Así que como me dice que lo presente en otro sitio le respondo muy sonriente que no hay problema que tengo todo lo que me pide.
Me acerco a la caseta y le doy al otro guardia el pasaporte y los papeles de la moto porque pone “Permiso de Circulación” y por suerte el tipo ni lo mira y se piensa que es mi carnet. Este no me pide el recibo del peaje porque está claro que no hace falta así que cando me devuelve todo me monto en la moto rápido y arranco mientras el otro venía a por mi diciéndome algo del peaje que por supuesto no quise ni oír ni mucho menos parar y mirarle. No hay en todo el país un vehículo que pueda alcanzarme en esa carretera así que me escapé porque estoy seguro de que quería joderme. ¡Ahítedenporculo! ¡Cabrón!
Para volver a La Paz hay que pasar otra vez por el puerto a 4.650m. y no se si porque estos días no me estoy encontrando muy bien de mi enfermedad del estómago o por subir tan de golpe desde 900m. en el valle o por el frio que hacía con una espesa niebla y lluvia pero lo pasé mal en ese último tramo. Me estaba quedando sin fuerzas y medio dormido pero parar en esas condiciones no era una opción así que lo superé porque no había mas remedio.
Al llegar a La Paz me fui encontrando mejor pero me encontré una ciudad que parecía recién bombardeada. Había caído una granizada terrible y se podía ver aun restos en las cunetas. Las calles eran puros ríos y la corriente había dejado todo lleno de piedras como puños. Por suerte para mi ya no llovía y los coches circulaban despacio esquivando los pedruscos así que pude colarme entre ellos, esta vez sin maletas y llegar rápido al hotel.
Cuando entré en calor otra vez me fui a guardar la moto y cenar algo por el barrio. Eso si, en esta crónica entendedme si no os hablo de mis intentos de ligoteo porque por decirlo de una forma suave… las bolivianas no son mi tipo. Me guardo el comodín para cuando vuelva a Chile o Argentina.
Aun así me di varios paseos por la ciudad que exceptuando su tráfico rodado es una ciudad tranquila y que me ha gustado mucho.
Por la mañana fui a por la moto y la acerqué al hotel. Hice un rápido mantenimiento y engrase de cadena y me dispuse a cargarlo todo otra vez.
No había dicho nada pero tengo un problema con el disco de freno trasero de la moto. No quise comentarlo por no alarmar a nadie con eso de hacer la Carretera de la Muerte sin freno.
Los frenos de mi moto son de la marca Brembo, supuestamente los mejores del mundo y en concreto llevo discos de los denominados flotantes. Esto es que el disco de freno no es macizo de una sola pieza sino que está formado por el propio disco, una pieza de otro material mas ligero que va atornillada al buje de la llanta y están unidas las dos piezas mediante unos casquillos. Este sistema en teoría mejora la frenada porque los casquillos hacen que el disco tenga una mínima holgura para adaptarse perfectamente a las pastillas.
Bueno pues mi disco trasero ha pasado de ser flotante a hiperflotante porque los casquillos han cogido muchísima holgura y me da miedo frenar con el trasero por si llega a romperse el disco del todo con consecuencias dramáticas.
Por suerte en mi concesionario están al tanto del problema y están en vías de enviármelo de forma urgente aunque eso de urgente…. en Sudamérica tiene otra acepción diferente a la europea y además tendré que pagar por la importación y mas de 200€ por el envío urgente. ¡Mas ruina para mi mochila! Pero llevo unos días sin usar el freno y no me gusta nada así que no queda mas remedio porque en Bolivia no lo tienen y me dicen que tardaría mas de un mes en llegar y en Perú tampoco.
La salida de La Paz aun siendo Domingo volvió a ser un caos increíble porque otra vez me topé con varios mercados y porque si bien los bolivianos son muy majos y amables, sufren una transformación enorme cuando se ponen al volante y entonces no respetan nada ni a nadie y montan unos líos absurdos porque por ejemplo a uno se le ocurre dar media vuelta en una avenida de seis carriles y ponerse a circular en dirección contraria. ¡Atomarpolculo! Para qué contaros lo de que se ponga el semáforo en rojo y aun así pasar veinte coches para dejar totalmente bloqueado el cruce. Eso es lo mas normal del mundo y así tienes en un segundo a medio millón de coches pintado porque deben de pensar que así se soluciona antes el problema.
Al principio me lo tomé con calma y paciencia pero cuando llevaba hora y media de atasco y atormentado por los millones de pitidos decidí pasar a la acción y a colarme por cada hueco que encontraba, incluso aceras y medianas de las avenidas.
Algunos idiotas te meten el morro en diagonal entre mi moto y la maleta. De esta forma ni yo ni ellos podemos avanzar así que los miraba y les decía ¿Bien no? Y esperaba a que diesen macha atrás. Otras veces ya no me aguantaba y empezaba a usar el arma secreta en estos países que son los megajuramentos. No falla, a un boliviano te pones a gritarle cagándote en cosas sagradas y ponen una cara de susto que no veas.
Claro que luego la divinidad se venga de mi por usar este arma secreta tan malsonante y no para de lloverme en todo el camino pero es que hay que verse allí metido para entenderlo.
Mi destino era el pueblo de Copacabana, a orillas del lago Titicaca. Para llegar allí ya me habían dicho que había que cruzar un pequeño estrecho del lago en ferry.
Me hizo gracia porque cuando llegué al teórico puerto lo que había era unas barcazas de madera que aunque no lo parecía eran capaces de transportar de lado a lado un autobús, un coche y una moto de un solo viaje impulsadas con pequeños motores fueraborda.
En esa zona del lago la carretera pasa de la orilla a pequeñas montañas desde donde se ven las mejores vistas. Me gustó mucho esa zona.
Me crucé con varios coches decorados con flores y con ridículos sobreros brillantes pegados en el techo. Al principio pensaba que sería una boda o algo así pero cuando ya había visto mas de veinte no pude evitar pararme al lado de uno y preguntarle.
Me dijo que los decoraban así para ir a la Virgen de Copacabana a bendecirlos para no tener accidentes. Le hice la broma de que igual sería mejor respetar un poco las normas de tráfico y me miró como sorprendido. Ahora tengo claro que si sueltas a un boliviano con un coche en la Gran Vía de Madrid, en el primer semáforo se queda dormido por aburrimiento.
Llegué a Copacabana a media tarde y me puse a buscar hotel. Encontré uno de reciente construcción a orillas del lago en el que me pidieron 12€ así que me instalé pese a que me dijeron que no habría luz eléctrica en todo el pueblo en toda la tarde.
Bueno ni en el principio de la noche así que era muy gracioso ver a miles de perroflautas deambulando con velas o linternas por la calle. Ese pueblo es la base desde la que salen los barcos que te llevan a destinos tan místicos del perroflautismo mundial como la isla del Sol.
Yo ni me planteé la visita porque no pintaba nada con aquella gente y en pueblos de estos en los que todos los restaurantes anuncian menús vegetarianos y hay por todos lados carteles anunciando cursos de yoga. No por nada, que lo respeto, pero es que me parece tan artificial el negocio montado en torno a estos nuevos hippies vestidos con uniforme de pantalones de colorines comprados en mercados de artesanía local y que seguramente son todos made in china y carísimas cazadoras de marcas de ropa técnica de alta montaña que no me va su rollo.
Ojo que ya os conté en una crónica anterior el perroflautismo motero de aventuras del que tanto yo como muchos somos igual de víctimas. Vamos en motos carísimas, equipadas a precio de oro y luego dormimos en tienda de campaña para ahorrar 15€. Eso si, que cada palo aguante su vela.
Esa noche volví a pasar un frio como pocas veces en mi vida. En Bolivia los hoteles no tienen calefacción y en mi habitación hacían 11ºC así que no había mantas que lo paliaran. Lo mismo me pasó en el hotel de Oruro. ¡Qué frio hace en el altiplano de Bolivia en pleno verano!
Por la mañana y medio mosqueado por el frío me fui de Copacabana atacado otra vez mas por una manada de perros que quisieron despedirme de Bolivia puesto que la frontera con Perú (y su policía corrupta) están a solo 20km.
Pero eso será otra historia que os contaré mas adelante.
Aun así, esas cosillas de última hora no van a alterar mi imagen de Bolivia como un país maravilloso para descubrir pese a su escaso civismo al volante. La ciudad de La paz y sobre todo el Salar de Uyuni me han dejado una huella impresionante.
Pingback: Anónimo
Sigue…no pares…gracias Martin me estas haciendo disfrutar muchisimo.
Ni tanto tío. Impresionante las crónicas. Te descubrí hace poco en BeFurious y ya me has enganchado!!!
Ya me he visto varios de tus vídeos, incluyendo el de Albania y he decir que das una enviiidia del copón! Aunque ya sabemos q no todo sera de color de rosa.
Mucho ánimo y suerte con todo y por favor, no dejes de seguir contándonos tus aventuras de esta manera tan natural que lo haces.
Un fuerte abrazo!
Gracias por estar ahí. Contarlo no tendría ninguna gracia si nadie me siguiera en las crónicas y los vídeos.
Lo de Albania fue la experiencia mas dura y gratificante de mi vida como piloto de rallys.
Otra vez para sacarse el sombrero Martín, muy, pero muy bueno.
El pitido de las bocinas sigue en Perú, tienes unos días mas de titi, tuuuu, piiii y ojo al piojo, que puedes esperar cualquier maniobra de lo mas insólita e inesperada de cualquier auto o triciclo y en cualquier lugar.
Lo cuentas muy bien.
Abrazo.-
Así se hace Martín. Muy buena tu crónica ,con impresiones moteras ,impresiones sobre el país, algo de humor ybuenas fotos . Cuidate yno vuelvas a tomar queso aunque sea por un euro……… Y ojalá te llegue el disco del freno aCuzco. Besos
No sé si siguen leyendo tus cónicas en Radio Santoña pero éstas últimas necesitan más de un programa para poder leerlas……..jajaja …….haces el programa tú solito. Jaja……
Talento levitando en la sal.
Eso de cerrar los ojos y ver a Dios en forma de arcoiris es propio de anacoretas con marcha. Qué bueno!!
Los que no hemos visto lo que tú, parece que hemos entrado a LA Paz a traVés de tu sabroso decir.
Gracias Tin!
Sigue bien
Sigo día a día todas tus hazañas kilometreras!!! nos vemos pronto…abrazos y FUERZA Y HONOR McMartin!!!
Gracias Josep! Aun queda mucho por contar!
y pensar que no sabia que leer este verano…yo buscaba uno de aventuras con la ficcion justa nada de laseres …..que me hiciera imaginar y emocionar….que la tapa tubiera ese gancho comercial que te hace pensar…..algunas fotos mas del lugar vendrian bien…….y aparecio en mis medios dias mientras como las cronicas de MARTIN…..y la verdad……lo mejor que he leido ……GRACIAS !!!!!!
Muchas gracias por hacernos viajar contigo. Saludos!!
Gracias a ti Jaume por estar ahí cerca. Cada comentario y cada me gusta te dan un empujón enorme.
Las fotos del salar son de quedarse con la boca abierta, y lo de la carretera de la muerte y el Titicaca tiene una pinta guapísima. Además veo que estás en un país donde se pueden solucionar las cosas a juramentos, algo para lo que, como santoñeses, estamos siempre preparados.
Un saludo desde el puebluco, Chus.